En el verano de 1979 conocí un grupo de jóvenes músicos "Andinos" que tocaban de vez en cuando en
la Plaza de los Naranjos debajo de mi casa y me parecía buenísimo como tocaban. Pensé muchas veces como debía sonar ese grupo en la iglesia con la gran acústica que tiene. Un día les propuse la idea de grabarles
en la iglesia y no se lo pudieron creer; pero les expliqué que era el organista y que tenía la llave de la iglesia
y que podríamos grabar algunas piezas por la noche a puerta cerrada. ¡Cómo se entusiasmaron los chicos! Quedé con ellos al día siguiente a las 10 de la noche en la plaza de la iglesia. Ya tenía el equipo de grabación preparado y al poco tiempo de encerrarnos en la iglesia comenzaron a tocar y cantar. Estaba algo preocupado por si alguien de fuera, escuchando música boliviana en la iglesia, avisase al cura,
pero afortunadamente todo pasó tal como lo había planeado.
La calidad de las piezas grabadas en esa gran acústica del templo
es una auténtica joya musical digna de escuchar varias veces.
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